martes, 27 de noviembre de 2012

[Causa y efecto]


Y al fin lo había entendido. Se trataba pura y exclusivamente de él, de nadie más. Era verdad todo aquello por lo que estaba pasando, era verdad todo aquello que estaba sintiendo, que estaba pensando. Pero cambiarlo se trataba pura y exclusivamente de él, de nadie más. Si bien por momentos se sentía bastante solo, él también se sumía tanto en esa angustia de decir “me siento solo”, que a veces parecía ser más lo que el mismo se aislaba de lo que realmente estaba. Y era por eso que había perdido expresividad, perdida que también se debía a que tenia tanto tiempo libre para pensar o, mejor dicho, “maquinar”. Había tocado tanto fondo que se había terminado acostumbrando, se había bloqueado y eso lo hizo que dejara de pensar en él. Y la única salida era esa, empezar a pensar más en él, en uno mismo.
Se había dado cuenta, por sobre todas las cosas, que no podía pretender estar bien para otra persona si primero no estaba bien para él mismo. Y era la verdad, primero que nada, tenía que empezar a ordenar su vida, necesitaba concentrarse primordialmente en él, en su vida y en nada ni nadie mas. Por fin había encontrado la raíz del problema, no se trataba solamente de lo que implicaba tener que tomar la decisión (obligada por varias circunstancias recientes y muchas veces con tantos intentos sin éxito de ser evitada por miedo a lo doloroso y difícil que podría ser) de tener que olvidar algunas cosas y a alguien, de poner puntos finales, sino que, además de eso, de ordenarse a si mismo, de hacer cosas para él. Había salido herido tantas veces estos últimos meses por esas cosas que se había descuidado su persona y desvalorado, se había perdido, y ya no se podía encontrar con él mismo y era eso lo que ahora necesitaba revertir. Y, si bien había encontrado gente que de alguna u otra forma de verdad lo quería y justamente por eso lo habían hablado, lo habían escuchado y aconsejado y le habían hecho abrir los ojos y ver todas esas cosas estos últimos días (cuando peor estuvo y la situación lo había superado a tal punto que se quebró y explotó), darse cuenta de eso,  cambiarlo empezaba y dependía nada mas de él, de nadie mas.
¿Qué pensaba hacer? Pensaba que tenía que, de a poco, ir alejándose de todo aquello que de alguna u otra forma siempre terminaba siendo tóxico para él, que lo afectaba, que le hacía daño. Por mas que le costara y le doliera un montón seguir en eso ya era de masoquista, no lo estaba ayudando en nada.. Como escribí mas arriba, por mas lindo que fuera siempre en el momento, al último era mas lo que lo afectaba y lo mal que terminaba y lo estaba alejando mas de sí mismo y los resultados ya estaban a la vista de manera inevitable. Entonces tenía que ser amable con él mismo, juntar todo lo que hay que juntar, tener todo lo que hay que tener para tomar decisiones así (propiamente contundentes y rotundas) y poder olvidar. Tarde o temprano todo pasa, el tiempo cura todo, y él sabía que esto en algún momento iba a suceder, que iba a tener que hacerlo. Entonces no podía seguir lamentándose tirado en ese pozo en el que (en parte) él mismo se había metido o tratando de resistir o esquivando el hecho de tener que hacerlo… “estás tocando fondo y ya mas bajo que esto no hay, no da para mas” le habían dicho a modo de consejo... Y era verdad,  tenía que tomar la decisión de una vez… tener lo que hay que tener, ser maduro, consciente, ser amable con uno mismo y dejar.  Pero como decía, no solo se trataba de eso… tenía que además, enfocarse en otras cosas, en su vida, en ordenarla, tenía que proponerse metas, a corto y a largo plazo, y comenzar a hacer ese camino para cumplirlas, no dejarse estar, no caerse, no tirarse abajo… tener responsabilidad para llevarlas a cabo implicaba tener responsabilidad con él mismo, hacer algo por él mismo.
Y lo iba a hacer.  De a poquito estaba empezando a entusiasmarse con la idea, empezaba a proyectar, quería retomar cosas que había dejado, viejas deudas pendientes que tenía abandonadas y casi olvidadas pero que cada tanto lo atormentaban, empezar a formarse un poco mas en cuanto a conocimiento, algo que hace tiempo debería haber hecho y por todo esto había dejado de lado, a su casa, a sus cosas, a sus actividades… empezar a disfrutar un poco mas de las pequeñas cosas y los pequeños momentos de la vida cotidiana (capacidad que siempre había tenido pero últimamente con todo esto se había dado cuenta que la había ido perdiendo), hacer cosas por y para para su bien, así sean mínimas, pero que lo hagan sentir realizado. De esa forma iba a salir adelante, de esa forma iba a volver a encontrar la expresividad que había perdido,  a encontrarse con su personalidad, y la parte mas sociable de ella, que era una de las cosas mas importantes que había perdido como consecuencia de todo esto, De esa forma ya él se habrá encontrado con él mismo, se volvería una persona mas interesante y él mismo lo disfrutaría y estaría listo para poder desarrollar distintos tipos de vínculos para con los demás… lo demás vendría solo: “todo llega para quien sabe esperar” era la frase que siempre defendía y que había hecho muy propia con el paso del tiempo.. bueno, ahora a eso le tenía que agregar algo y reformularla concluyendo en que “todo llega para quien sabe esperar...  pero para saber esperar primero hay que estar bien con uno mismo, hay que estar preparado” (medio larga la frase pero bue, de esa forma cerraba la idea que quería transmitir, jaja).
 Sabía que seguramente iba a tener varios altibajos en el camino, que todo esto seguramente iba a implicar un trabajo grande, o quizás no, pero que él cambio no se iba a lograr así porque sí de un día para otro (nadie cambia de un momento para otro cosas así), que era un proceso. Pero ahora ya se había hecho la idea fija de que eso era lo que tenía que hacer, lo tenía metido en la cabeza y, pasara lo que pasara no iba a abandonar esa decisión, ni mucho menos volver a lo mismo de antes.
 Dejar atrás todo aquello que ya no daba para mas y todo aquello que le hacía mal, aceptarlo y superarlo y comenzar esa etapa de cambios, ordenarse, ordenar su vida, cambiar esa abrumadora realidad que lo superaba y lo bloqueaba y revertir toda esta situación dependía nada mas que pura y exclusivamente de él, y, de a poquito, sentía que había llegado el momento y ya estaba listo para hacerlo.  Era eso, necesitaba volver a ser él mismo.

sábado, 30 de junio de 2012

[20]


Cumplir años a veces no es fácil. Y cada fecha suele tener sus motivos cruciales, sus alegrías que te hacen esperarla contando los días que faltan y sus miedos que te hacen temerla y odiarla.
Yo me encontré  entre divertido y poquito asustado, me preguntaba que se sentiría al tener veinte años. Hay cumpleaños más sencillos en los que cambiar de día no significa gran cosa, te seguís sintiendo como ayer (por ejemplo el de los diecisiete, eternamente minusvalorado por los dieciocho). Pero al parecer los veinte, no son ese tipo de evento.
Cuando te das cuenta de que cumpliste veinte años es como te sintieses obligado a desprenderte de una parte de vos mismo. De dejar atrás algo que daba peculiaridad y un jugoso tinte a la vida. Cuando cumplís veinte miras hacia atrás y ves los dieciocho. Y de pronto, sentís la diferencia que hay entre ambas fechas. Es una diferencia cualitativa, que por algún extraño y oculto motivo, ejerce mucha influencia. Sentís que tener veinte años implica que no te podes comportar como si tuvieses dieciocho. Y, cuando buscas un adjetivo que defina los dieciocho pensás en: alocados, impetuosos y quizás atolondrados. Entonces, de repente, te empezás a dar cuenta de un montón de cosas.
Empezas a ver
 que tu círculo de amigos es más pequeño que hace unos años y valorás más la familia.  Empezas a ver que tu círculo de amigos es más pequeño que hace unos años y valorás más la familia. Te das cuenta de que cada vez es más difícil ver a tus amigos y coordinar horarios por diferentes cuestiones: trabajo, tramites, estudio, etc, etc...Y cada vez disfrutas más de esa cervecita que sirve como excusa para charlar un rato. Las multitudes ya no son 'tan divertidas'... hasta a veces te incomodan. Y a veces extrañas la comodidad de la escuela, de los grupos, de socializar con la misma gente de forma constante. Pero te empezás a dar cuenta que mientras algunos eran verdaderos amigos otros no eran tan especiales después de todo. Te empezás a dar cuenta de que algunas personas son egoístas y que, quizás, esos amigos que creías cercanos no son exactamente las mejores personas que conociste; y que, a veces y en cierta forma (quizás no del todo), mucha gente con las que perdiste contacto resultaban ser muy buenos amigos. Reís con más ganas, pero llorás con menos lágrimas, y con más dolor. Te rompen el corazón, pero esta vez no era un capricho, y las desilusiones son mas grandes...y te preguntas como esto te pudo hacerte tanto mal. O por ahí te acostas por las noches y te preguntás por qué no podes conocer a alguien lo suficientemente interesante como para querer conocerlo mejor, o por qué cada vez son mas boludos y el que tiene algo interesante se fuma hasta el pasto, una ilusión óptica o simplemente es un gran engaño de si mismo. Ya no te gusta la típica chica linda, esa con la que todos quieren estar, ahora te fijas en alguien mas compañera, alguien que puede decir una frase coherente y que, por lo menos, tenga sentido común, dos dedos de frente mínimo, y que sus conversaciones no terminen siempre en los mismos temas de siempre. Te empezas a querer de alejar de algunas cosas, empezas a notar y a distinguir la “pendejada”, muy acentuada en algunas personas, los caprichos sin sentido, la inmadurez, y te volvés muy intolerante a eso y muchas cosas más, a la falta de sentido común, a la falta de pensamiento, de reflexión, de decir lo primero que se te venga a la cabeza sin motivo ni argumento alguno, mas alla de que a veces correr riesgos también esta bueno, no? Le tratas de escapar a esas actitudes de pendejada, y a esa inmadurez generalizada aunque a veces, tengas algún que otro momento donde eso te gane de mano, y caigas preso de todo eso, pero comprendes que, eso es inevitable, que sigue siendo un rasgo característico de la edad y que se va a ir yendo con el paso de los años, pero que, a pesar de eso, notas que lo sabes distinguir, y que no lo tenes tan acentuado como muchos ya que, mientras la mayoría vive inmersa en esas actitudes, vos solo las tenes en momentos, y te podes dar cuenta, sabes distinguirlas y dar marcha atrás con todo eso, ver las cosas con mas madurez y actuar a la altura de eso.
Por otro lado, pareciera como si todos los que conoces ya llevan años de novios y algunos empiezan a “casarse” (no literalmente, pero empiezan a llevar ese tipo de vida). Y otros que por ahí también están con alguien, pero los notas que simplemente no están seguros y que hasta a veces ni se sienten preparados para comprometerte tanto o llevar una relación. La típica chica que te podes enganchar una noche cualquiera, mas allá de que no seas partidario ni ejerzas esa idea muy común en muchos de salir una noche a chamuyar por ahí, a venderte algo que no sos simplemente por impresionar para conseguir un par de besos/caricias.. esas chicas te empiezan a parecer baratas, aburridas, y llegas a un punto en que emborracharse y actuar como un idiota empieza a aparecerte verdaderamente estúpido. Salir tres veces por fin de semana resulta agotador y significa mucha plata para tu ingreso, porque tenés otras responsabilidades, responsabilidades que quizás muchos ni se podrían imaginar estar llevándolas a esta altura, pero que vos las llevas de muy buena forma y te hacen bien. Entonces, elegís otro modo de vida.. Miras tu trabajo y quizás no estés ni un poco cerca de lo que pensabas que estarías haciendo. O quizás estés buscando algún trabajo y pensás que tenés que comenzar desde abajo y te da un poco de miedo. Tratas día a día de empezar a entenderte a vos mismo, sobre lo que querés y lo que no. Tus opiniones se vuelven más fuertes. Te das cuenta que no vas a cambiar el mundo, y que hay realidades que por mucho esfuerzo y ganas que le pongas no se pueden transformar, te das cuenta de que sos un punto en el sistema, y que McDonald’s no se va a fundir por que vos no le compres. Ves lo que los demás están haciendo y te encontrás a vos mismo juzgando un poco más de lo usual porque de repente tenés ciertos lazos en tu vida y adicionas cosas a tu lista de lo que es aceptable y de lo que no lo es. A veces te sentís genial e invencible, y otras...solo, con miedo y confundido. Por momentos tratas de aferrarte al pasado, pero te das cuenta de que el pasado cada vez se aleja más y que no hay otra opción que seguir avanzando. Te preocupas por el futuro, por la carrera, el trabajo... y por armar una vida para vos. Y mientras ganar la carrera sería buenísimo, ahora tan solo quisieras estar compitiendo en ella. Lo que capaz no te das cuenta es que no sos el único al que le pasa todo esto y que quizas muchos, muchos le tocan vivir estas vivencias y, a esta edad empiezan a ver las cosas de esta forma, y que es parte del camino. Entonces ahí, por lo menos, aunque se un poquito menos, no te sentís tan solo con todo sino que transitando en el mismo camino que muchos otros. Un camino, eso. Parece ser un camino en transito un lugar inestable, un camino, un desbarajuste en la cabeza... pero TODOS dicen que es la mejor época de nuestras vidas y no tenemos que desaprovecharla por culpa de nuestros miedos... (aclaro que esto también te mete mas presión y mas frustraciones... 'si ando así en la mejor etapa, no quiero pensar cómo voy a estar en la peor!!!'). Pero bueno, mas allá de esto, dicen que 20 no son nada y que estos tiempos son los cimientos de nuestro futuro. Y te parece que fue ayer que tenias 16… y que mañana vas a tener 30. Los veinte son como un jarro de fría responsabilidad, que te empapan y te hacen rebelarte. ¿Porqué todo debe ser diferente a como era mi vida hasta ahora? Y entonces te preguntas que ha sido tu vida hasta ahora. Para algunos, o por lo menos en mi caso, cumplir 20 años significa que han pasado ya 1/3 de su vida. ¡1/3! Y entonces surge la pregunta: ¿La estas aprovechado bien? ¿Estas dándole un rumbo? ¿Llevas una buena dirección? Y quizás la más importante… ¿Cómo sigue?... ¿Qué hacer a partir de ahora?

Por lo pronto, creo que yo he cumplido ya muchos de los sueños de mi vida y, a la vez, he conseguido crear otros nuevos. Quizás no la he aprovechado tanto como debiera, pero ahora aprovecharla me suena a “carpe diem” y, probablemente, eso no pega con los veinte. Tengo empacho de responsabilidad. Respecto a lo del rumbo, por ahora sigo el camino que ya inicié para terminar lo que empecé. Fue uno de los últimos consejos que tuve  y, voy a seguirlo adelante. Pero hay tantas cosas que me gustaría hacer… y probablemente tendría aptitudes para todas.  El problema de base a veces suele ser la falta de confianza en uno mismo aunque como todo el mundo dice, miras hacia atrás y observa todo lo que lograste, a donde estas parado, a donde llegaste y ese es el mejor aval de lo que podes llegar a hacer.
Hay tantas cosas que aún me quedan por hacer, por aprender, por experimentar y sentir…


Con ilusión y temor meto un pie en mis nuevos veinte años. Los recibo como una puerta abierta a un nuevo tiempo, probablemente los dieciocho no queden tan lejos, a fin de cuentas la esencia de lo que somos siempre nos acompaña.  Dispuesto a echarle una carrera al tiempo a intentar sacarle el mejor provecho de todo lo que viva y sabiendo que las sorpresas solo acaban de empezar. Una carrera al tiempo… el tiempo, sí.  Y en definitiva, cual es la mejor enseñanza/conclusión, que sacas llegando a tu segunda década de vida?... A veces un gran aliado, otras un gran adversario: El tiempo, cosa curiosa. Hacer valer el tiempo, que no se te pase. Dicen por ahí que "la vida no se mide por las veces que respiras, sino por aquellos momentos que te dejan sin aliento". Bueno, es eso.



domingo, 22 de abril de 2012

Seguro de nada sirve...


- De Nada Sirve // No Te Va Gustar (Todo es tan inflamable, 2006) -



De nada sirve el porque

De nada sirve el valor
De nada sirve volver
De nada sirve el adiós.

Seguro de nada sirve

Yo me pregunte hasta cuando
te querré como hasta hoy
vos me enseñaste llorando
que de nada sirve el adiós
seguro de nada sirve
mi amor.

Podre caerme a pedazos pero acá siempre estas vos

Me gusta lo que no tengo
y quiero lo que no doy

no me comprendo a mi mismo
no se entregarte la vida tampoco vivir sin vos
yo se que de nada sirvemi amor.

Podre caerme a pedazos pero acá siempre estas vos
podre caerme a pedazos pero acá siempre estas vos.

Mi jardín ya no te espera porque ya corte la flor
y todo lo que me queda es cantarte con el alma si te regale la voz

Seguro de nada sirve
Mi amor
Mi amor
Mi amor seguro de nada sirve
porque ya corte la flor
Mi amor seguro de nada sirve.


"Amar sin nadie, vaya cosa triste,
sin nada que abrazar, ni Eva que nos abraze,
amar con alguien, vaya cosa buena"


lunes, 19 de marzo de 2012

La edad NO define la madurez, las experiencias vividas SÍ.

Y la verdad es que hace bastante tiempo ya que tengo este tema en la cabeza, lo vengo pensando y pensando desde hace varios meses. Es bastante complejo y difícil de expresar una opinión. Mejor dicho, es fácil pensar una opinión pero lo difícil es explicarla. Pero bueno, como siempre, haré el intento.
El tema en cuestión que me viene dando vueltas y sobre el que quiero escribir este mes tiene que ver con la edad, y los prejuicios que a veces se tienen sobre ella. Esto es algo que, por lo menos desde hace un tiempo me viene pegando muy de cerca. Por qué? Y, la verdad es que me di cuenta que tengo una mayor facilidad y me llevo mucho mejor con personas de diferente edad a la mía, sobre todo, mas grandes. Ojo, no hablo de un aspecto en común, hablo de todos. La cuestión es que desde el año pasado, como ya he comentado en entradas anteriores, comencé a atravesar una nueva etapa de mi vida. Y en esa etapa, me ha tocado conocer mucha gente nueva, que, en su mayoría, son de edades superiores a la mía. Es desde ahí, que vengo recolectando varias vivencias en base a la forma en que se ha dado cada forma de relacionarme que yo he tenido con esas personas.
Y lo que veo de todo esto y lo vengo pensando mucho como ya comentaba, es lo prejuiciosos que podemos ser con las edades, no? Ese decir/pensar o dar a entender de que por el solo hecho de que esta por debajo de tu edad, pierde importancia, lo que dice o hace tiene menos valor, o, porque vos ya pasaste esa etapa, pensás que esa persona es de determinada forma común a su edad, no tiene la experiencia que tenés vos, le falta crecer, le falta madurar mucho. Y con esta última palabrita quiero quedarme. Por qué a veces pensamos que porque es menor que nosotros, eso es sinónimo de que es mas inmaduro, que no sabe nada de la vida, cosas así? Osea, haber, puede llegarse a aceptar eso de “le falta crecer” porque de alguna forma todos estamos todo el tiempo en esta vida en una etapa de crecimiento continuo. Pero el hecho de que le falte crecer no quiere decir de que no sepa nada de la vida o de determinado, o que lo generalicemos con ese gran grupo de que, habitualmente, a esa determinada edad, tiende a tener ese pensamiento o esas reacciones. ¿Qué es lo que intento decir o hacer entender con esto? Simplemente que esta bueno que sepamos que, como dice el titulo, la edad no define la madurez. Y que, hay personas que han alcanzado cierto grado de adultez y, sin embargo, siguen actuando con la madurez de un preadolescente de 13 o 14 años, y, de la misma forma, también hay adolescentes, que, quizás no actúan como cualquier otro de su edad sino que tienen, opiniones mucho mas desarrolladas y acertadas o conocen mas de cerca sobre determinados temas que, quizás una persona 10 o 20 años mas grande que el, y tienen una mentalidad mucho mas adulta y madura, de lo que muchos creen. Y eso en base a que se da? y acá viene la segunda palabrita importante que forma parte del titulo de esta entrada: Experiencia. Personalmente, me ha pasado sentirme desautorizado o que mis opiniones, consejos, expresiones, emociones y sentimientos (si, como ya dije, en varios ámbitos, no solo en uno) no sean valorados, por el simple hecho de tratarse de una adolescente de 18/19 años. Y así como a mi me ha pasado, seguramente a varios les pasa lo mismo. Y capaz, seguramente, yo y muchos mas hacemos lo mismo con personas de menor edad que la nuestra.
Entonces, y si capaz esa persona tiene una idea mucho mas formada, sensata, inteligente o no tan errada que la tuya de como son las cosas?. Creo que la experiencia es una de esas cosas importantes que define quienes y como somos, y, sobre todo, cuan maduro somos. La edad es un número, nada más. Capaz, tenés, 10, 15 o 20 años, pero en tu corta vida, afortunada o lamentablemente, tuviste que pasar y te toco afrontar mil circunstancias, mil momentos que quizás una persona de 30, 35 o 40 años nunca pasó, no sabe lo que es. Entonces, capaz te tocó crecer más rápido. Y, por eso, no ves las cosas de la misma forma que otra persona de tu edad, tenés otro punto de vista que formaste gracias a esas experiencias vividas, y, por ende, tu pensamiento maduró un poco mas, y eso cambió tu forma de ser, no?. Ah, y si lo vas a tomar desde el punto de vista de una relación amorosa, también se puede aplicar esto. Que sea mas joven que vos, no quiere decir que no esté preparado para llevar una relación adelante, o que le falte la madurez para hacerlo, ni que esta relación sea más insegura o difícil de llevar, que no sea tan solida. Capaz, en una de esas, por mas joven que sea, es el hombre o la mujer de tu vida, daría todo por vos, esta mas listo y muy seguro de si mismo de lo que pensás para afrontar ese tipo de relación y vos, por un simple y soberbio prejuicio, lo estas dejando pasar.
Cierro un tema que da para mas debate, podría seguir hablando sobre el ya que, como ya dije, me ha pegado muy de cerca desde varios ámbitos, por lo que todavía me quedaría tela para seguir cortando en cuanto a esto. Quizás mas adelante, con mas inspiración y las ideas un poco mas claras para que se entienda mejor, ya que acá no sé si se puede apreciar fácilmente el mensaje que intento dejar. L a cuestión es entender que lo importante es que, sí: la edad es un número. Nada más. Entonces, querés crecer y ser mejor persona? Perfecto, no seas prejuicioso con este tema. El prejuicio también es inmadurez. Entonces así, no creces nada.

viernes, 10 de febrero de 2012

Inseguro

Por Emanuel Rodriguez




Vio pasar el taxi y lo tomó. Aunque tuvo toda la apariencia de uno de esos actos arrebatados en los que la gente suele sorprenderse a sí misma haciendo algo ligeramente alocado, M. no podría decir que fue un impulso. Más bien fue el resultado de unos años, varios, durante los que había acumulado un deseo de pasar por el frente de la casa de Clara. No tocar el timbre, claro que no. Ni siquiera quedarse un rato. Más bien pasar, ser una especie de viento que no altere demasiado las cosas, con la velocidad justa como para obtener un dato mínimo sobre el curso de su vida. 
La esposa de M. oyó la frenada del auto mientras preparaba el desayuno pero no le prestó atención. Dispuso la vajilla sobre la mesa y cuidó del agua en busca del punto justo de calor. Preparó las tostadas con una mínima ceremonia y después comenzó a llamarlo. Al principio con un tono acostumbrado, y más tarde con preocupación. M. se había ido sin decir nada. Y a juzgar por la cantidad de zapatos y zapatillas que había en la habitación, se había ido descalzo. 
-Los domingos es otra cosa. Parece otra ciudad. 
Le dio indicaciones vagas al taxista y agradeció que no lo interpelara demasiado sobre ese destino poco claro. Por eso le siguió el juego de una conversación genérica, sin riesgos. 
-Es un buen día para trabajar, me imagino. 
-El mejor. 
El taxista lo miró por el espejo e insinuó una sonrisa como de docente. 
-Le voy a explicar -dijo. Y resopló. Parecía un actor cansado, a punto de decir su monólogo de gloria. Sus gestos eran rutinarios y a un mismo tiempo apenas iluminados por un entusiasmo pedagógico. 
-La mayoría de la gente usa los domingos para descansar. No tengo nada contra eso. Al contrario. Me beneficia. Pero yo, si me quedo en casa, no descanso. 
Se dejó llevar por el relato del taxista y pensó que había algo misterioso en eso. Algo en lo que quizá pensaría mucho tiempo después y que podría usar en algún cuento. 
-Mi mujer. ¿Me entiende? 
El taxista hizo un gesto cómplice y M. se lo devolvió de una manera exagerada que de inmediato le provocó cierta culpa. Era una forma silenciosa de hablar mal de su propia esposa, y ella no lo merecía. Pensó en las tostadas, que se ablandarían bajo el peso del Filadelfia. 
El taxista entendió ese ademán como una luz verde para avanzar en el recuento de las desgracias cotidianas de la vida en pareja. Tenía un compinche. Es más, tenía en su auto a un hombre descalzo que seguramente lo comprendería.
-Ponele que quiere desayunar. ¿Te puedo tutear, no? Ok. Desayunamos. Afuera. Barcito, lo que sea, pero afuera. Por que es “domingo”. ¿Me entendés? Entonces desayunamos afuera. Y ahí ya que estamos, que quiere visitar a la madre. Un ratito, te dice. Pero si ya estás allá y la vieja hizo de comer para un regimiento, ¿qué hacés? Te quedás a comer. O sea. Y de ahí, al Wal Mart, para hacer la compra de la semana. Cuando te das cuenta ya son las siete, ocho de la tarde y tu día de descanso se fue a la mierda. 
Había cierta lógica en la historia. M. pensó que definitivamente la iba a usar para un cuento. Quiso saber más. 
-Por eso trabajás los domingos. Te cansa menos que descansar. 
-Exacto. ¿Sabés cómo hice? 
-No. 
-Una casita en las sierras. Le tiré la idea, le gustó, y le dije que para comprar el terreno y después hacer la casa yo iba a necesitar juntar más plata. Que tenía que trabajar los domingos. ¿No es genial? 
-¿Y cuándo descansás? 
-Todos los días. ¿Querés que te cuente cómo hago? 
El taxista cambió de temple. Le transmitió una sensación de privilegio. 
-Un hotel. Me meto en un telo. 
Provocó un silencio demorado. Un silencio incómodo que M. resolvió con un calco del gesto anterior, una afirmación mentirosa. Como si realmente hubiera entendido lo que el taxista le había querido decir. Otra vez la culpa. El grito de un vendedor de diarios le dio una excusa oportuna para desviar la mirada del espejo retrovisor y fingir un interés diferente. 
-Es un hotel horrible pero tranquilo. Con la cama y la tele me alcanza. Es mi momento preferido del día, mi felicidad. Tipo diez termino el primer turno, cuando ya no queda demasiada gente desesperada por llegar a su oficina. Llevo el taxi a lavar y me meto en el hotel que está al lado del lavadero. 
-¿Solo?
-¡Obvio! Es un telo, pero me hice amigo del conserje y él me deja entrar solo. Me cobra una tarifa especial porque a esa hora siempre hay turnos disponibles. Prendo la tele, te busco algún partido o pelea de box, de esas viejas transmisiones, de archivo. Y me quedo dormido. Son dos horas, no más que eso. Salgo y sigo trabajando, hasta las seis de la tarde. Tipo siete estoy en casa. Ahí también soy feliz: Clara es buena mina y mi hija es un sol. Pero en el hotel es otra cosa. Clara no lo entendería. Jamás lo entendería. 
-¿Tu mujer se llama Clara? 
-Sí. 
-¿Son de Córdoba, los dos? 
-Sí. Toda la vida acá. No la cambio por nada. Quizá más adelante, más viejo, quién te dice, las sierras. Pero más adelante. Ahora no. Amo Córdoba. 
-¿Dónde vivís? 
-Por ahí cerca de donde vamos ahora. 
Un vértigo lo puso a temblar mínimamente. Después sonrió. Era buen material para un cuento, y tenía un giro irónico especial, acaso demasiado ampuloso, pero moldeable. Incluso tenía un legítimo sentido. La ficción, pensó, tiene que tener sentido. Eso es lo que la diferencia de la realidad. 
Ya estaban cerca del barrio de Clara. Era también el barrio de la infancia de M. Las bolitas amarillas y marchitas de los paraísos se acumulaban en las cunetas. M. recordó los juegos, los secretos, la botella de agua de lluvia en la que Clara metió un papel con su nombre escrito dentro de un corazón.
-En la esquina a la izquierda. 
-Bueno. Mirá. Yo vivo de la esquina, a la derecha. La cuarta casa. 
Pasaron despacio por una cuadra de arquitectura no tan vieja, apenas ostentosa. No había casi nadie en la calle, con excepción de un hombre alto que a M. le pareció buenmozo y que lavaba un auto con una prolijidad que llamaba la atención. 
-Volvamos. Quiero volver a casa. 
El taxista obedeció y aunque algo en el semblante de su pasajero le dio a entender que se había terminado aquella dulce intimidad, rechazó el silencio. 0
-¿Pasa algo? 
-No, maestro. Un mal domingo, nada más que eso. 
Durante el viaje de regreso el taxista habló de fútbol. M. se concentró en la elaboración de una excusa pertinente, pero descartó todas las posibilidades. Lo más probable era que su esposa no le hiciera ninguna pregunta. 
Se habían conocido en el cumpleaños de una amiga en común. Ella les hacía masajes a las invitadas y hablaba con un ocasional orientalismo, una soltura encantadora. M. estuvo toda la noche procurando modos de aproximación, lecturas en común, ensayos de una filosofía utilitaria. Al final le pidió el teléfono, haciendo un uso irónico del gesto. Se rieron de ellos mismos, y coincidieron en la especulación de un sexo poderoso. Había piel. 
M. dio varias vueltas antes de hablar con Clara, y de hecho nunca lo hizo. Clara lo dejó a él. Quería saber si había algo más en la vida, algo así, algo que M. celebró disimuladamente como una feliz, oportuna coincidencia. 
Pensó en detener el taxi una cuadra antes, pero recordó que estaba descalzo. Saludó al taxista con una amabilidad aparatosa. 
Su esposa no lo estaba esperando, o más bien se esforzaba en demostrar que hacía todo lo contrario. Que no lo necesitaba. Las tostadas ya se habían ablandado y tenían el aspecto de una escenografía despiadada pero cariñosa.
-Mejor si no vamos, ¿querés? La llamo a mi mamá y le digo que me siento mal. Que estoy enfermo. 
-Dale. Y aprovechamos el domingo. Está hermoso el día.